Todos los días, por la noche juego con ella un rato, se me enrolla por el brazo, la pierna, hasta que se cansa. Le doy sus ratoncitos, y entonces es cuando la dejo tranquila y me tumbo a ver la tele. En ese momento, curiosamente, ella se estira a mi lado.
Así todos los días durante años.
Mi magnífica boa es cada vez más grande y pesada, y aunque resulte increible en un reptil, noto su aprecio.
Un día me encuentro con una amiga veterinaria, y le pregunto si es normal que una serpiente juegue y dé muestras de cariño.
-¿Por qué? Me preguntó.
-Juega a enrollárseme y más tarde se tumba a mi lado estirada. Todos los días- le dije.
-¡¡Véndela!!-me contestó-¡Te está midiendo!
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